Recorrimos las venas, limpiamos la sangre estancada,
las horas y la piel muertas
enterradas con un puñado de tierra.
Los pies confundidos volvieron locos a la locura;
Caminamos sobre el agua,
bailamos con las ganas y el miedo,
nos bebimos el veneno
y tragamos las cadenas
saltando sobre el pasado.
Tejimos nuestra piel, con piel
y me cerró los ojos.
Le lamí las heridas.
Cerré sus ojos.
Secó mis heridas.
Nos miramos en un espejo:
un abismo que cuenta horas infinitas;
un reloj agrietado por el tiempo.
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Patricia López Castillo