Lo primero que escucho cuando salgo a respirar un poco de aire a la ventana, una hora antes de salir a aplaudir al balcón.
Y es que, después de levantarme, lavarme la cara y prepararme un té, hacer unos estiramientos de yoga y llevar un día entero escribiendo, estudiando, leyendo, inventando y escuchando a los vecinos en todas sus fases diarias, me alegra (dentro de la situación) escuchar risas en el balcón.
Es posible que a los del Sur, y España, nos pique el gusanillo y tengamos ganas de salir a las calles para que nos de el sol en la cara y nos refresquemos con una “servesita” (al más estilo cordobés).
En ocasiones del día, sobre todo cuando cae la noche, se hace muy duro. Principalmente al recordar a los familiares que están lejos y están viviendo situaciones muy difíciles, tales como estar al pie de urgencias y sin material de protección; muertes en solitario; entierros o incineraciones retrasadas y sin poder acudir a los mismos; confinamiento en soledad, etc. Esto hace que crea en la humanidad, en darle importancia a que aún se puede despertar, y despertaremos de una terrible pesadilla. Apartando las discusiones de los vecinos (ya se empiezan a pelear), disputas políticas que no llegan a ningún acuerdo, un sistema insostenible que ya no se sostenía antes de la pandemia y un virus que suma contagios (y los que no nos cuentan), resulta que los mayores y los niños nos siguen educando sin querer.
Ocurre cuando me asomo al balcón y una nieta saluda a su abuelo diciéndole:- ¡Abuelo, te quiero!-. A este, se le saltan las lágrimas con una sonrisa en la boca y le contesta: -ya mismo nos abrazamos nieta mía-. Y esto es lo que me llevo, desde el confinamiento en mi apartamento, después de quince días.
Sé que cuando vuelva a salir hoy al balcón a aplaudir, encontraré sonrisas. Vecinos que brindan ánimos con canciones de Sobreviviré de Mónica Naranjo, Resistiré del Dúo Dinámico, entre otras, y de esperanza, como A un par de metros de ti de Funambulista, recién estrenada hoy.
Un momento humano, donde cada vecino y vecina se preguntan por el bienestar y la salud, las noticias y lo que dicen los políticos, o cuánto tiempo llevan sin ir al mercadona, incluidas bromas cómo: -¿has vuelto a comprar papel higiénico (jajajaja)? Y esto es lo que nos hace grandes, no el miedo. Sino el apoyo y la solidaridad, el estado de ánimo y la compresión, al fin y al cabo, la comunicación y el amor.
Así, ojalá sigamos así: compartiendo cultura en los balcones; haciendo llamadas, sobre todo a aquellas personas mayores que se sienten realmente solas, porque como decía Orson Welles, “Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Sólo a través de nuestro amor y amistad podemos crear la ilusión por un momento de que no estamos solos”, sigamos estando ahí.
Seguid animando aunque parezca que estamos llegando a la locura, y sí, aunque la locura sea pensar que nos podemos sanar con alegría, optimismo, buen humor y mucha conciencia por la situación de nuestro país, y del mundo entero.
Si me preguntas si es un momento mágico, -sí, y sí- sería mi respuesta. Tan sólo sé que una sonrisa y un buen gesto, ya que los abrazos están en cuarentena, vienen como un regalo directo al corazón, así como el sol, sale todos los días.
Un abrazo virtual.
Patricia López Castillo.
